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El arte público no es una forma específica de arte. Puede ser grande o
pequeño, tan discreto como un adoquín o enorme como un edificio. Puede
ser abstracto o realista; modelado, tallado, construido, ensamblado, pintado,
fotografiado, proyectado o representado. El arte público puede situarse en
un lugar específico o, también, ignorar sus alrededores. El único elemento
que distingue realmente el arte público es su disposición a ser interpretado:
la mayor parte de la gente es capaz de decir lo que significa una obra de arte
público. En otras palabras, la forma de este arte tiene que ver con su carácter
fundamental e inevitablemente público.
A través de la historia, el arte públicoha servidopara expresar valores privados
y públicos. Por ejemplo, la
Venus de Milo
(c. 130-100 AC) de Alejandro de
Antioquía: aunque hoy la escultura sirva para tomarse una “selfie” en
el Louvre de París, alguna vez el mármol expresó los ideales de belleza y
equilibrio de la cultura helénica. Lo mismo sucede si consideramos el fresco
de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel,
La creación de Adán
(c. 1511-1512), que
durante cinco siglos ha representado el ideal humano de la creación. Otro
fresco,
El milagro de San Antonio de Padua
de Francisco de Goya, está pintado
dentro de una iglesia pero el tema que describe es completamente secular:
es un retrato de madrileños comunes y corrientes del siglo XVII.
En el siglo XX, artistas como Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros
realizaron grandes murales para enaltecer el humanismo revolucionario en
construcciones a lo largo de América. Aunque se liberaron de la autoridad
y pomposidad de la Iglesia, quedaron atrapados en la idea de un arte de
protesta hecho a gran escala. Poco después de que Rivera terminara la serie
de
La industria de Detroit
(1932-1933), Picasso pintó el
Guernica
(1937) para
conmemorar el devastador bombardeo sobre esa ciudad vasca por parte de
la aviación alemana. Cuando la tela de casi ocho metros de largo se exhibió
en la Feria Internacional de París de 1937, provocó muy poco interés. Hoy
todos saben que es una de las grandes obras maestras del mundo.
Con el paso de los siglos, los muros de las ciudades han seguido siendo un
vehículo de expresión del arte público, y probablemente más aún en los
países que experimentan cambios sociales profundos. Los miembros de la
Internacional Situacionista -un movimiento político europeo que insistía en
la fusión de arte y vida- cubrió París en 1968 con el memorable grafiti “Bajo
los adoquines, la playa”.
En las décadas de 1960 y 1970, varios artistas sacaron el arte público de
los muros y exploraron un nuevo vocabulario de formas de arte conceptual.
El artista de Fluxus Allan Kaprow representó su primer
happening
en Nueva
York. La feminista austríaca Valie Export realizó performances provocativas
que sacaron a la calle los temas de la liberación sexual. Finalmente, en un
profundo acto catalizador, Joseph Beuys acuñó la idea de una escultura
social. El concepto engendró millones de otras esculturas sociales, y también
produjo que se plantaran innumerables árboles como una acción de arte. La
primera vez fue en el legendario festival Documenta 7, de 1982.
En esos mismos años, otros artistas globales reconsideraron la idea del
espectáculo al fabricar obras de arte público. En Buenos Aires, Marta Minujín
creó una réplica del Partenón griego construida con libros prohibidos en
Argentina. En Zagreb, Braco Dimitrijevic desarrolló sus series en curso de
retratos, tamaño afiche publicitario, de gente escogida al azar o paseantes
Breve (y no exhaustiva) historia del arte público