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EDITORIAL_
El mundo moderno está en proceso cons-
tante de cambio. La velocidad de los medios
de transporte, de producción y la comunica-
ción ha aumentado a un ritmo exponencial.
Esto ha provocado una aceleración de
los cambios sociales y ha aumentado las
opciones disponibles para las personas.
La velocidad con la que viaja la información
es una necesidad ante las complejidades de
la sociedad moderna, que pone el tiempo
como la variable crítica del funcionamiento
social. Una llamada telefónica del siglo XX
o la carta por correo de esa misma era,
representan una sociedad serena que tiene
tiempo para leer, saber y decidir.
Hoy día, por el contrario, todos requerimos
rapidez. De ahí la importancia que tiene para
Chile lograr avanzar no solo en la cobertura
y penetración de internet, sino también en
la velocidad con que se procesan los datos.
Existe un desconocimiento sobre los
factores que inciden en la velocidad de
internet: la cantidad de espectro disponible,
la infraestructura necesaria, la cantidad de
personas que comparten una red, las carac-
terísticas del buscador y del
software
y el
hardware
utilizado por el usuario y un sinfín
de otros elementos. Por lo tanto, la velocidad
no solo depende de las empresas y de los
estados, sino también de los usuarios.
Entel siempre ha apoyado los cambios
regulatorios y los avances tecnológicos que
permitan entregar una mayor velocidad.
Nuestro desafío es acercar lo más posible
la experiencia de rapidez (que tiene el usuario
como expectativa) y la velocidad (el tiempo
real de ejecución de su contrato de conexión).
El usuario tiene un Kairos o tiempo mental,
es decir, una percepción subjetiva basada
en cierta ansiedad sobre el transcurso del
tiempo y esa sensación no siempre coin-
cide con el Kronos o tiempo real. Es por eso
que para una persona que espera a otra, el
tiempo transcurre lentamente, y para quien
va atrasado pareciera correr rápidamente.
Para dar satisfacción al cliente, las
compañías ofrecen más velocidad y las
expectativas de esta propuesta intensifican
el uso de internet. Es este mismo “mayor
uso” el que ralentiza el tráfico, porque para
tener mayor velocidad se requiere que los
mega de la oficina o del hogar estén dispo-
nibles y no repartidos entre muchos. El
simultáneo uso de varios equipos disminuye
la velocidad de cada uno.
Así, debemos estar conscientes de que el
desafío de la velocidad difícilmente cumplirá
con nuestras expectativas y ello no surge
de ineficiencias de los proveedores sino de
la naturaleza del proceso y de la condición
técnica del país. Por ello, es difícil establecer
regulaciones que establezcan un mínimo de
velocidad exigible a las compañías, tal como
se está intentando hacer en un proyecto de
ley que se debate hoy en el Congreso.
De hecho, toda oferta que ignore la comple-
jidad del proceso, provenga del mundo
técnico o del mundo regulatorio, incrementa
la necesidad de rapidez. Y es ese incremento
el que impide al usuario reconocer que la
velocidad real de internet en Chile crece
cada año. El 2014 por ejemplo, creció más
del 20%. Sólo de la optimización del uso y el
conocimiento de lo posible surgirá entonces
la verdadera satisfacción del cliente.